NOTAS DE CREACIÓN DE

RAFAEL COBOS

EL ORIGEN

Todo empezó con la literatura. A la que acudo con más frecuencia que al cine como referencia. Mi mujer me habló de un libro. Te gustará. Léelo. Te lo bebes en una tarde. Ya conocía a su autora, Rosario Izquierdo. En el pasado había leído Estudio de campo y me había encantado su retrato de los barrios. Esto es otra cosa, insistía mi mujer. Es lo que estás buscando. Cuando lo leí supe que ahí había una serie. Todavía era pronto para saber por qué. Ni dónde podía estar su corazón. Pero la había.

Luego vino mi reunión con José Antonio y Alberto Félez, Domingo Corral y Fran Araújo. Se habían atrevido a que pilotara una serie yo solo y debatíamos sobre qué idea de las que proponía podía ser la más adecuada. Cuando hablé de El hijo zurdo lo hice sin titubeos, hilando improvisadamente el discurso de un modo tan sólido como intuitivo, casi construido. De repente, el sentido último de la serie se me revelaba como si se hubiera estado cocinando de lejos, despacio. Inapelable. Como si hubiera estado ahí siempre.

“¿Qué ocurriría si buscando el origen de un problema importante de mi hijo consiguiera colocar en el mapa el último sentido de mi propia identidad? ¿Si buscándolo consiguiera encontrarme a mí mismo?  Ninguno en la reunión tuvo dudas. Haríamos El hijo zurdo.” 

LA ESCRITURA

Los guiones se fueron sucediendo con rapidez. No exagero. Sin estridencias; creo que han sido los más rápidos y certeros – con menos versiones hasta la aceptación- que he escrito nunca. Las notas que provenían desde Atípica y Movistar eran alentadoras y estimulantes. 

El hijo zurdo es una novela, ya lo he dicho. Una novela muy vertical, de pensamiento. Con una trama casi inexistente, testimonial. Fiel a su espíritu, tenía claro que la serie debía apelar a lo emocional. Y no a la peripecia. Lejos de los últimos trabajos que había escrito, más centrados en la trama, tenían que ser los conflictos más profundos de los personajes y no los acontecimientos, los que dictaran el rumbo natural de la serie. 

Con el tono y sentido último del rodaje debía ocurrir lo mismo. Sí. La clave estaba colocada sobre el realismo. Pero sentía que tenía que girarlo y revisarlo para que fuera más polisémico que nunca. El subtexto de la serie era demasiado crudo y demoledor para que la imagen remara en la misma dirección. Había que sofisticar la textura, despegarse del discurso y llevar al espectador hacia la emoción desde un lugar distinto. Encontrando en la comunicación más convencional algo nuevo, especial. Darle al público lo esperado, pero de un modo sorprendente. 

El ritmo sería clave. Como un corazón percutiendo en una ecografía. Sucio, con ruido de fondo. Pero luminoso y optimista.

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la preparación y el rodaje

Los guionistas somos eternos relevistas. Trabajamos para entregar nuestro testigo más preciado al director con la implícita exigencia de esperar que lo haga crecer. Pensamos que es fácil. Todo está ahí: en el texto. Cuando das el salto a la dirección, sin embargo, descubres que la verdadera vocación del guión es desaparecer. Que es un pretexto, nunca mejor dicho. Y de repente nada es fácil. Todas las certezas que te acompañaban como escritor se convierten en incertidumbres, en complejos jeroglíficos que te obligan a redoblar el trabajo para poder estar a la altura de esa revelación. 

Sí. Lo confieso. El papel lo aguanta todo. O casi todo. Y hay algo peor que la página en blanco: convertirla en imagen sin ilustrarla. Si fue difícil escribirlo, prepárate porque ahora tienes que darle cuerpo sin que se te desfonde entre las manos. Como mantener despierto a un niño con sueño. 

No me daban miedo las actrices ni los actores. Respeto sí, mucho. Pero es un trabajo que me apasiona y que de algún modo ya había transitado antes. Estudié dirección escénica y llegaba con la experiencia de haber asistido a los ensayos de todas las películas que había escrito con Alberto Rodríguez. Dirigir actores es reescribir. O eso pienso. 

La actriz, el actor, busca en la intención más profunda del texto para apropiársela desde su espacio, conteniéndola, ajustándola a su vivencia y a su emoción. Dirigirla, acompañarlo, siento que es un proceso inmersivo de vuelta al origen de la palabra. Como revisitar la escritura, una vez más, para revolverla juntos. Hacerla de los dos.

El casting no había sido fácil. Fue largo, algo errático. Trabajar con ellas y ellos, una vez elegidos, sí. Muy fácil. María León es una actriz muy inteligente; trabaja muy pegada a la verdad y a la intuición. Tamara Casellas también. Las dos juntas pilotaban solas, casi. En los ensayos ya habíamos acordado juntos las coordenadas. 

En cuanto a la cámara, me infundía más respeto. Lo reconozco. Por fortuna, mi buen amigo Paco Baños, codirector, una de las miradas más especiales y sensibles del panorama audiovisual nacional, estuvo ahí desde el principio -y en todo momento- para hacer el viaje juntos. Daniela Cajías también. La directora de fotografía. Importantísima. Trayéndome a tierra. Afianzando mi discurso. Devolviéndonos a él cuando nos íbamos por las ramas. Uno de los grandísimos hallazgos de la serie. En lo profesional. Y en lo personal. 
 

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LA EDICIÓN

El hijo zurdo nació al final. No al principio. Por el tejado. Quiero decir que su verdadera naturaleza la fue adquiriendo en la sala de montaje. Después del primer pegado.

De repente, viendo lo que habíamos hecho, sentí que no se correspondía con la idea que estuvo ahí desde el principio. Otras veces, cuando había visto otros primeros montajes de textos que había escrito, me había pasado lo mismo: algo que no encaja; que no traduce en su conjunto lo que pasó en su día por mi cabeza. En cualquier caso, ahí yo ya no pintaba nada; era la obra de otro. 

Ahora sí: ahora yo era juez y parte, origen y último responsable y de algún modo tenía que ser yo mismo quien ajustara cuentas con mis propias intenciones. 

Como ya anticipé: el subtexto de la serie tenía que seguir siendo subtexto. Eso no fue siempre así. A veces ocurría, por la propia intensidad de la historia, o por ciertas decisiones, que el significado de las cosas se venía arriba -literalmente- y terminaba flotando en la historia, haciéndola redundante, en ciertas ocasiones, y solemne, en muchas otras. 

Para colmo, la hermosísima música que estaba componiendo Julio de la Rosa, remaba en la misma dirección. Y el resultado de sumarlo todo hacía que El hijo zurdo fuera una serie irrespirable, demasiado grande e intensa. Algo había que hacer.

LA MÚSICA

Y lo hicimos. Y ahí tuvo mucho que ver Darío, uno de los montadores. Responsable de enseñarme Cieguita, un tema musical inédito de Dalila. 

Cuando lo escuché, y cuando lo pegamos a la imagen, sentí de inmediato que aquello era lo que estaba buscando y aquél el mecanismo para revertir la serie. La aparición de esa canción en la sala de montaje fue una revelación rotunda que a partir de ese momento marcaría el tempo, el tono y el verdadero motor de la serie, disparando en una dirección muy distinta, lúdica. Disruptiva. Poliédrica. Separando lo que veíamos de lo que realmente estaba ocurriendo en el fondo de la serie.Ahora sí. Estaba donde quería estar.Acto y seguido, volvimos a Bronquio. Digo volvimos porque ya había tonteado con la posibilidad de hacer una cabecera para la serie con un tema musical suyo. Había descartado la idea, pero su música seguía ahí, nunca se había ido. Poco a poco fuimos encajando muchos de sus temas y buscando en el panorama musical andaluz, inédito, si era posible, o sevillano, aquellas canciones que necesitábamos para vertebrar esa deriva paralela que necesitaba la historia y la identidad de la serie.

Lo demás fue fácil. Sólo se trataba de ser honestos: lo importante era estar siempre al borde. Apurar la frenada justo antes del precipicio. Con Daniela buscamos ese color que tiene la serie. Pop Punk, le bautizamos. Luego cambiamos el formato. Y colocamos la gráfica de la mano de Sopa. Todo en uno.  

“El hijo zurdo” estaba hecho. 

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UNA SERIE ESCRITA POR RAFAEL COBOS BASADA EN LA NOVELA HOMÓNIMA DE ROSARIO IZQUIERDO.

Nominado Goya Mejor Guion Modelo 77
Goya Mejor Guion Adaptado El hombre de las mil caras
Goya Mejor Guion La isla mínima
Festival de Málaga Premio Ricardo Franco

Creada por Rafael Cobos
 Escrita por Rafael Cobos  Dirigida por Rafael Cobos Paco Baños 
Productores Ejecutivos Domingo Corral Fran Araújo 
Productores Ejecutivos Atípica Films José Antonio Félez Alberto Félez 
Director de Producción Alicia Tellería
Director de Fotografía Daniela Cajías  Director de Arte Miguel Ángel Rebollo
Sonido Daniel de Zayas  Musica Julio de la Rosa
Montaje Luis Melgar  Vestuario Fernando García
Maquillaje Yolanda Piña  Peluqueria Félix Terrero

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